Tesista vivió experiencia antártica para estudiar los hábitos de nidificación del petrel gigante del sur

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-En el reciente verano austral, la futura bióloga marina, Cristina Hernández Veli, pudo cumplir una extensa estadía de investigación gracias al INACH y el Programa de Áreas Marinas Protegidas, en la zona de Punta Armonía, Isla Nelson, donde además de petreles, nidifican aves marinas como pingüinos y golondrinas de mar, entre otras especies.


“A mí me encanta el tema de los petreles y uno se enamora de los temas de tesis…”, confiesa Cristina Hernández, previo a relatar su primera experiencia antártica como estudiante de último año de Biología Marina. Comenta que su idea inicial, siempre fue trabajar con el Dr. Lucas Krüger del Instituto Antártico Chileno (INACH) por su especialización en ecología marina, aunque todavía, personalmente, no tuviera del todo claro cuál sería su objeto de estudio.

En este contexto, postuló a un cupo para optar a una tesis de pregrado junto al científico y fue aceptada, iniciando este trabajo durante 2020. De esta forma, y gracias al financiamiento del INACH, pudo avanzar incorporándose a los temas de estudio de su tutor y tomar, así, en el marco de un proyecto Fondecyt de Iniciación del Dr. Krüger, la investigación sobre el petrel gigante del sur (cuyo nombre científico es Macronectes giganteus), una de las aves marinas de más amplia distribución antártica y subantártica.

Desde entonces, Cristina se concentró en estudiar, a través de los datos proporcionados por su director de tesis correspondientes al verano austral 2018-2019, los hábitos de nidificación de esta especie en la localidad de Punta Armonía, el extremo occidental de la isla Nelson, en las islas Shetland del Sur, enfocándose en el nivel de incidencia que pudieran tener los factores bióticos y abióticos del ambiente, en las colonias reproductivas de dicho lugar.

Viaje al extremo

“…Y el 2021 me llegó la oportunidad de viajar a la Antártica”, continúa la estudiante, quien admite que vio el viaje como una ocasión única de reafirmar sus aprendizajes en terreno y conocer “in situ” el comportamiento reproductivo del petrel gigante del sur. “Nos fuimos en diciembre de ese año y nos sacaron de la isla como el 28 de enero del año siguiente. En total, estuvimos 57 días en un campamento financiado por INACH y el programa de Áreas Marinas Protegidas, utilizando energía solar, eólica, y combustibles para obtener electricidad, además de comer alimentos liofilizados y filtrar agua extraída de vertientes o del glaciar para que sea potable”, añade.

Cristina junto a su tutor de tesis y director de la expedición, Dr. Lucas Kruger, del INACH.

El equipo estaba compuesto por ella, el coordinador Dr. Lucas Krüger, y además otras dos tesistas de postgrado, Julia Finger, de Brasil y; Solenne Belle, de Francia, y, en conjunto, se organizaron para ejecutar el siguiente trabajo: colocar GPS y cámaras en petreles gigantes del sur y pingüinos barbijo, instalar cámaras trampa en colonias de pingüinos y petreles para el monitoreo de los animales a lo largo del año, y hacer vuelos de dron sobre las colonias que permitan, luego, hacer censos de los nidos de pingüinos barbijo.

¿Cómo fue estar cerca de las colonias y el proceso de monitoreo de estas aves?

“Nosotros lo primero que hicimos fue ponerle GPS a todos los petreles que pudimos, es decir, a los que podíamos capturar; ese era el procedimiento inicial. En ese acto, sacábamos al huevo del nido y por mientras lo metíamos a una especie de incubadora. Previo a esto y a la instalación, observábamos la actitud del animal que estaba en el nido para poder agarrarlo. Dejábamos un autito a control remoto frente del petrel y con una cámara GoPro observábamos después la actitud que tienen ellos frente a las amenazas en los nidos, cómo actúan, si tienen curiosidad por objetos raros. Después de un minuto, volvía el autito, iba alguien, sacaba el huevo, llegaba mi profesor, agarraba al ave por el pico, le pasaba una pulsera de género a los ojos, y procedíamos a medir el tarso, el pico, algunas veces se tomaba el iris del ojo para poder para identificarlo -porque los petreles tienen su propio patrón genético de gris de ojo- y marcar la ubicación del nido que se anotaba en la libreta en relación a la colonia y el número del nido.

Se medía también el plumaje, para ver en qué fase estaba el ave. También se les ponía anillos a las hembras y a los machos y GPS con cámara incorporada. Pero decir que las cámaras no tuvieron éxito porque la posición que tiene el petrel es como un ganso, está como siempre reposando en el agua, con el cuello arriba, con la cabeza arriba y no se alcanza a ver bien lo que pasa con la cámara. Pero el GPS sí almacenó datos, y esos datos los tenemos y los estamos analizando”.

La estudiante tesista en trabajo de monitoreo de nidos de petreles gigantes del sur.

¿Qué te llamó la atención de todo lo que pudiste ver?

“Que  sí existe el canibalismo, porque lo pude ver. Al frente de nuestro campamento había una colonia y los padres eran muy inexpertos -lo sacamos por deducción-, porque cuando nosotros llegamos, hicimos el estudio de todas las parejas reproductivas que estaban allí establecidas ocurrió que, en una pareja en particular, el macho era muy cobarde, no tenía ese temperamento que caracteriza a la especie. La hembra era buena mamá, pero resulta que el pichón tenía una o dos semanas y lo dejaron solo. Era un día lluvioso, muy lluvioso. Era el primer pichón de la temporada que dejaban solo los padres y eso no se hace hasta que pasa un mes al menos, para que otras aves no puedan comérselo ni hostigarlo.  Y este pichoncito era tan pequeñito que una escúa lo sacó del nido y estaba todo mojado, ya no estaba en buenas condiciones porque había estado sólo todo el día y sin alimento, entonces terminó siendo devorado por otros petreles gigantes, pero que no eran sus padres.

Y otro hecho que también me impactó es que se supone que estas aves tienen solo un huevo por pareja, y nosotros vimos dos casos en donde había dos parejas de distintas colonias de la localidad que una tenía dos pichones y otra tenía dos huevos. Y eso es muy raro”.

¿Y de los antecedentes que ya han podido recabar mediante el rastreo?

“Lo más impactante para mí fue que dos hembras y un macho llegaron en un día, o como máximo dos días a alimentarse al frente de Porvenir donde están los barcos de pesquería. Imagínate cruzar todo el paso Drake volando sin parar, planeando, siguiendo talvez buques de pesca o incluso volando más rápido que un buque con las condiciones climáticas adversas que hay en la Antártica.

Los petreles gigantes del sur son aves pelágicas, es decir, se alimentan en mar abierto en período no reproductivo, pero ahora nos dimos cuenta, por estos antecedentes que recolectamos, que sí están alimentándose en períodos reproductivos pelágicamente también, así que eso cambia gran parte de la historia.

La calidad del alimento igual puede influir, porque si bien tienen disponibilidad de alimento, quizás para ellos es mucho mejor darles a los pichones desechos pesqueros”.

Ejemplar de petrel gigante del sur (Macronectes giganteus) en Punta Armonía, Isla Nelson, Antártica.

“Quiero ser ornitóloga”

Para Cristina, en Magallanes faltan investigadores y profesionales que se dediquen a la Ornitología, que es la rama de la zoología que estudia las aves. Esto, la incentivó a querer ser en un futuro cercano, ornitóloga.

“Falta mucho, sobre todo aquí en la región. Conozco a uno o dos ornitólogos, y que más que en el tema científico, trabajan en gestiones ambientales. Mi objetivo es dedicarme a la ciencia como tal, a la ciencia de la ornitología, así que más adelante espero hacer un postgrado en conservación o en vertebrados, ahí tengo que ver”, sostiene la alumna tesista.

El jefe de la carrera de Biología Marina, Dr. Cristian Aldea, celebró la motivación de Cristina de seguir esta línea de estudio, toda vez que es una temática que, su juicio, a nivel institucional, no ha sido lo suficientemente abordada en el último tiempo. “Dentro de lo que es la biota marina, flora y fauna marina, la Universidad igual tiene una línea fuerte de desarrollo marcada, están las algas, está el fondo marino y también el área de mamíferos marinos. En ese sentido, las aves igual quedan un poco relegadas porque no hay ornitólogos que se estén directamente dedicando a eso, menos a asuntos de comportamiento, por lo tanto igual Cristina está llenando un vacío que hay dentro de la Universidad en la parte de investigación. Espero que ella pueda continuar su carrera de investigadora y, en ese sentido, la animo que siga estudiando la ornitología de las aves antárticas y subantárticas”, manifestó.