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Investigación – Docencia – Vinculación con el Medio

13 de marzo del 2018

Descifrando cantos de Ballenas

Las ballenas viven en un mundo aparte. Las que estudia el académico Jorge Gibbons, las jorabadas, entre cuatro mil y seis mil, se reproducen y dan a luz frente a la costa del Pacífico, entre Panamá y Perú, y luego viajan durante un mes y medio miles de kilómetros sin comer hacia la Patagonia para alimentarse.

Varios misterios las rodean. ¿Cómo se guían durante este trayecto? Aún no se sabe. Y sobre todo, ¿qué significan los cantos que realizan durante su trayecto?

Esto último es lo que trata de desentrañar Gibbons desde hace un buen tiempo, junto a otros científicos. Unos cantos que, para mayor misterio, han ido variando a lo largo de los años. Es decir, los cantos de las ballenas de hoy son distintas a las de sus “abuelos” y “abuelas”. Más encima, pueden pasar de una población a otra, lo que habla de una sociedad “abierta”, algo inusual en el mundo animal, resalta.

Trayectoria académica

Gibbons es biólogo, licenciado en Ciencias y Magíster en Zoología de la Universidad de Chile, además de una especialización en la Universidad Complutense de Madrid. Su especialidad en el Instituto de la Patagonia de la Universidad de Magallanes, en Punta Arenas, es la investigación en zoología de vertebrados. Estudia desde hace más de dos décadas a los delfines y ballenas en los mares de Chile.

Entre otros, este académico ha estudiados la distribución de estos animales. En 1999 encabezó un equipo que descubrió el sitio de alimentación de las ballenas jorobadas en el Estrecho de Magallanes.

Estos animales se alimentan de krill, langostinos y pequeños peces. Hay que recordar que las ballenas fueron cazadas de manera industrial, casi hasta el exterminio (se calcula que desapareció un 90%), desde el siglo XIX, hasta que en 1986, la Comisión Ballenera Internacional impuso una moratoria para permitir que su población se recuperara. Las ballenas son una especie que lleva 50 millones de años.

De manera paralela, Gibbons está interesado en la relación entre los pueblos indígenas de la Patagonia y los cetáceos, en especial a través de sus mitologías.

También fue parte de Whalesound, un grupo multinacional de científicos especializado en el rubro que desde 1999 trabaja, entre otros, en el parque marino Francisco Coloane. Allí integró un equipo de investigadores que también incluía Juan Capella, Carlos Valladares y Yerko Vilina. Además ha trabajado junto a la Fundación Yubarta, un ente dedicado al tema con sede en Colombia.

Foto: Oscar Gibbons

El misterio de su función

Las ballenas jorobadas son animales que pueden llegar hasta los 60 años de vida. Son muy precoces: a partir del años las crías son autónomas de la madre -para alimentarse y orientarse- y ya a los cinco, alcanzan su madurez sexual y se reproducen. Andan solas o en grupos pequeños de hasta 15 individuos, que tampoco son estables.

Según los estudios de Gibbons, recogidos entre otros por el Centro de Investigación GAIA Antártica de la U. de Magallanes, se ha logrado establecer que este canto varía de una población a otra, e inicialmente sólo los machos lo llevarían a cabo en época de reproducción.

Pueden durar desde minutos hasta horas, y en un momento dado una población específica de individuos comparten el mismo canto, el cual también ha registrado variaciones con el paso de los años. El otro misterio es su función. Gibbons cuestiona la teoría tradicional de que tiene meros fines reproductivos.

Las dificultades para el estudio son infinitas: el objeto de estudio se encuentra en mar abierto y sólo una fracción de los animales han sido censados. Pero aún así se ha podido avanzar en el tema.

Jorge Gibbons.

Conducta aprendida

“Los cantos son conductas que se aprenden socialmente”, explica Gibbons. “Por lo tanto, esto puede ser seguido como un comportamiento que va cambiando a lo largo del tiempo. Me interesaba conocer la dinámica y evolución de muchos años de cantos para una misma población”.

Este científico ha seguido a una misma población de unos 200 ejemplares que ha sido estudiada desde los años 80 e incluso trabajan con individuos específicos, de los cuales manejan un catálogo, que incluye historias individuales y sociales. Las tomas de muestra además permite verificar genética el parentesco. Este ha sido posibles, por ejemplo, porque siempre llegan a alimentarse a los mismos sitios.

Cada individuo es identificado con un código e incluso poseen nombres, por ejemplo: Carlos Cuarto (le pusieron así porque lo vieron cerca de la isla Carlos III), el cual es seguido desde los años 80. También están Jorge y Carla Pluma Blanca.

Esta individualización incluso ha permitido identificar incluso una ballena que varó hace un tiempo en el sur, como muchas otras, aparentemente afectada por la velocidad de los barcos, un viejo reclamo de los científicos. Aunque también se sabe, por los pueblos originarios, que los varamientos son anteriores a la época industrial.

“Podríamos hacer una sociología de ballenas, o comparación entre individuos en relación a conductas, historia, hechos reproductivos y experiencias”, comenta. El seguimiento se hace con instrumentos que se adosan a la piel de los animales, sin dañarlos.

Entre otros han podido comprobar cómo han ido cambiando sitios de alimentación, algo que también ocurre con otras especies. Las ballenas jorobadas, por ejemplo, ahora suelen hacer una pausa en su viaje hacia el sur al norte de La Serena, en Punta de Choros, y se acercan cada vez más a la costa. Esto puede ser porque hay menos alimento en los sitos tradicionales o más en la costa.

Cantos complejos

Los cantos son secuencias de sonidos que pueden durar horas y son especialmente durante la noche.

“Son sonidos discretos, separados por pequeñas unidades de tiempo. Cuando los empiezas a chequear, te das cuenta que hay secuencias que puedes identificar, y aún frases que podrían estar seguidas varias veces de la misma frase, lo que sería un tema, y después uno identifica otra frase con una secuencia de sonidos distinta, y así hasta que vuelves a la frase original”.

Gibbons agrega que se ha encontrado con un patrón donde puede haber 7, 8 ó 9 frases, de una manera ordenada. Cada repetición de una serie de frases distinta es un canto.

Las grabaciones se realizan con micrófonos debajo del agua, usualmente en botes, cuando los científicos identifican a un animal que anda cerca, o con una boya fija a tres metros de profundidad. Este académico trabaja con grabaciones hechas sobre todo por la Fundación Yubarta.

Los cantos son emitidos por animales en solitario, sólo los machos, aunque pueden ser captados por otros individuos en el área a uno o dos kilómetros de distancia, sin que estos se agreguen, explica el científico. Ocurren en sitios reproductivos y de alimentación. “Comparamos cantos de la Antártica y de Colombia, y coincidieron” ejemplifica.

“Lo interesante es que el canto siempre está cambiando, aceleradamente, a veces de manera gradual y a veces como si fuera una catástrofe. A veces en unos pocos años unos cantos se extinguen desaparecen, y de unos pocos se vuelve a reinventar un canto completo”.

Incluso podrían haber reglas operacionales que generan una sintaxis. El tema es que falta una regla general, un aspecto que exige más matemática de la que maneja Gibbons.

Lo otro que han podido comprobar es que algunas poblaciones van aprendiendo el canto de otra población, por ejemplo, de Australia a la Polinesia.

“Estos significa que son sociedades abiertas”, donde no hay rechazo al otro, resalta Gibbons, una característica inusual en el mundo animal.

¿Cuál es el objetivo de los cantos?

Aún no se sabe. Porque si fuera para fines reproductivos, apunta el científico, no se registraría también en la Patagonia.

“Gastan una cantidad brutal de tiempo en esto. Además el esfuerzo para aprender el canto no es trivial”, destaca. Además este aprendizaje se da en todas las edades, tanto en jóvenes como adultos. “Y eso también es muy raro en un animal”.

Fuente : El Mostrador

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